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jueves, 22 de diciembre de 2011

Microrelato


Tenía un gato. Desde el principio se dio cuenta que son unos animales egoístas, territoriales e independientes. Una definición que se ajustaba cada vez más a la gente que le rodeaba. Había oído que los animales son más fieles y cariñosos que la mayoría de las personas, pero a pesar de la desilusión posterior, quería a ese gato. La vida es así, cada uno se busca la vida, nadie regala nada.

Mientras volvía del trabajo, un trabajo monótono y poco gratificante, iba escuchando la radio, una motivadora charla sobre lo bien que van las cosas: como aumenta la delincuencia y la pobreza, políticos que roban y empresarios con sueldazos... Nada nuevo, así están las cosas, y con el tiempo solo deseaba volver a casa y seguir adelante.

Por si no había suficientes problemas, su gato cada vez se veía más delgado, aunque nunca dejara nada en su comedero. Un día, por curiosidad, decidió espiar al gato tras darle su comida. La sorpresa fue comprobar como compartía su comida con otro gato callejero. Paradójicamente descubrió que hasta los gatos son más humanos que los humanos de hoy en día.

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